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Aunque se tienen abundantes datos en este sentido, unos recientes estudios arqueológicos confirman que fue precisamente aquí, en la confluencia de los ríos Tinto y Odiel, donde se ubicaba el corazón de Tartessos y su civilización.
Más tarde, en los siglos VII y V a.C. se asentaron en la ciudad fenicios y cartagineses que explotaron sus minas de plata. Hacia el año 194 a.C. la ciudad fue tomada por los romanos que la llamaron Onuba. Con la llegada de los musulmanes en el siglo VIII, el control de la zona se situó en Niebla, de la que dependía Huelva. Tras la caída de Niebla a manos de Alfonso X en 1262, se concedieron a Huelva fueros propios en 1264.
Concluida la Reconquista, Isabel de Castilla subvencionó la primera expedición de Cristóbal Colón, que tomó el puerto de Palos de la Frontera como lugar de partida, y Huelva como lugar de llegada a su regreso. En esta primera y en otras muchas expediciones formaron los hombres de Huelva parte de las tripulaciones, lo que ha contribuido sobremanera a fraguar el notable sentimiento iberoamericano de esta ciudad.
En un principio, Huelva se benefició enormemente del movimiento y riqueza generados por los viajes a América, pero cuando el comercio con las Indias se canalizó a través de Cádiz y más tarde a través de Sevilla, por el Guadalquivir, la ciudad experimentó una decadencia que duró prácticamente hasta que en 1833, con la reforma de la división administrativa del país, pasa Huelva a ser la capital de la provincia.
En 1874 los ingleses se hicieron cargo de la explotación de las minas, lo que le dio un enorme empuje a la ciudad, que vio cómo su población se multiplicaba por tres en solamente 25 años. En 1964 se declaró el Polo de Desarrollo de Huelva, lo que contribuyó al auge de la ciudad que aún se mantiene como un importantísimo centro industrial con gran profusión de industrias químicas.
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